El doctor preguntó:
-¿Y para qué sirve la gran antena que corona la torre?
-Llegamos a ella, y con esto acabará la visita y la explicación. También aquí funcionan las ondas hertzianas. Todas las esferas que van desarrollando sucesivamente vienen a tocar con los bordes las periferias de su parte inferior, rozando la superficie de la tierra como una especie de inagotable cascada. Cuanto más alto esté el punto de descarga, mayor alcance tienen las condiciones vitales y efectivas de esas ondas. Yo no deseaba mandarlas demasiado lejos, pero sí muy altas, punto difícil de resolver. He logrado el éxito merced a esa antena y a un proyector de mi invención situado en lo mas alto de esa columna metálica.
Florence preguntó curioso:
-¿Y para qué se necesita lanzar las ondas muy altas?
-Para atraer la lluvia. Esta era mi teoría, que Harry Killer me ayudó a hacer efectiva. Pensaba que electrizando fuertemente las gotas de agua contenidas en las nubes, en estado mas o menos globular, debía llegar un momento en que la diferencia entre su potencial eléctrico y el de la tierra vecina, o el que tuviese una nube próxima, tenía que provocar forzosamente una tormenta y la caída del agua. Si tenía razón al pensar de este modo, lo demuestra elocuentemente esto que no hace mucho tiempo era desierto estéril y ahora es fértil campiña.
-Pero para eso hacen falta nubes- observó el doctor Chatonnay.
-Desde luego; aun cuando es suficiente una atmósfera algo saturada de vapor acuoso. Las nubes eran aquí muy frecuentes, pero nunca llovía; el problema se reducía a hacerlas diluirse sobre este terreno. Al presente, que los campos estén cultivados y que los árboles se van robusteciendo, hay una marcada y lógica tendencia al establecimiento de un régimen de lluvias naturales, cada vez mas frecuentes, que ayudan y ahorran la energía de mis máquinas. Por otra parte, cuando aparece una nube, con sólo hacer esto -y bajó una palanca- desencadeno contra ella mis ondas, que con una fuerza electromotriz de mil caballos, van a bombardearla con millones de vibraciones por segundo.
-Maravilloso- se oía decir en coro al auditorio admirado.
extracto de "LA IMPRESIONANTE AVENTURA DE LA MISIÓN BARSAC", de Julio Verne.
-¿Y para qué sirve la gran antena que corona la torre?
-Llegamos a ella, y con esto acabará la visita y la explicación. También aquí funcionan las ondas hertzianas. Todas las esferas que van desarrollando sucesivamente vienen a tocar con los bordes las periferias de su parte inferior, rozando la superficie de la tierra como una especie de inagotable cascada. Cuanto más alto esté el punto de descarga, mayor alcance tienen las condiciones vitales y efectivas de esas ondas. Yo no deseaba mandarlas demasiado lejos, pero sí muy altas, punto difícil de resolver. He logrado el éxito merced a esa antena y a un proyector de mi invención situado en lo mas alto de esa columna metálica.
Florence preguntó curioso:
-¿Y para qué se necesita lanzar las ondas muy altas?
-Para atraer la lluvia. Esta era mi teoría, que Harry Killer me ayudó a hacer efectiva. Pensaba que electrizando fuertemente las gotas de agua contenidas en las nubes, en estado mas o menos globular, debía llegar un momento en que la diferencia entre su potencial eléctrico y el de la tierra vecina, o el que tuviese una nube próxima, tenía que provocar forzosamente una tormenta y la caída del agua. Si tenía razón al pensar de este modo, lo demuestra elocuentemente esto que no hace mucho tiempo era desierto estéril y ahora es fértil campiña.
-Pero para eso hacen falta nubes- observó el doctor Chatonnay.
-Desde luego; aun cuando es suficiente una atmósfera algo saturada de vapor acuoso. Las nubes eran aquí muy frecuentes, pero nunca llovía; el problema se reducía a hacerlas diluirse sobre este terreno. Al presente, que los campos estén cultivados y que los árboles se van robusteciendo, hay una marcada y lógica tendencia al establecimiento de un régimen de lluvias naturales, cada vez mas frecuentes, que ayudan y ahorran la energía de mis máquinas. Por otra parte, cuando aparece una nube, con sólo hacer esto -y bajó una palanca- desencadeno contra ella mis ondas, que con una fuerza electromotriz de mil caballos, van a bombardearla con millones de vibraciones por segundo.
-Maravilloso- se oía decir en coro al auditorio admirado.
extracto de "LA IMPRESIONANTE AVENTURA DE LA MISIÓN BARSAC", de Julio Verne.